Hoy quiero recomendar un blog con el que me he topado navegando en busca de otra cosa, como pasa muchas veces si no se sigue un rumbo claro en la inmensidad de datos de Internet. Es el blog de Alberto Bustos lengua-e.com, muy interesante por sus claras explicaciones sobre variados aspectos de la lengua española.
Me ha gustado especialmente la capacidad didáctica del autor y la estructura en categorías de los posts, que permite encontrar fácilmente lo que puede interesarnos en cada momento. Al azar entro en Etimología, y encuentro una de sus entradas: Falacia etimológica:
"La falacia etimológica es un modo incorrecto de argumentar o razonar
que consiste en tomar el significado originario de una palabra como el
único verdadero.(...)
La etimología ilustra sobre el origen e historia de las palabras,
pero no necesariamente sobre su significado actual. Nos puede iluminar
incluso sobre aspectos que se nos escapaban y que nos ayudarán quizás a
ahondar en nuestra comprensión de un concepto. Hace dos semanas, por
ejemplo, hablábamos aquí sobre cómo el verbo escribir significa etimológicamente ‘arañar, hacer incisiones’.
Esto tiene relación con la forma en que históricamente se empezó a
escribir y nos presenta gráficamente la evolución que subyace a nuestras
actuales técnicas de escritura. Pero de ahí a decir que la verdadera forma de escribir consiste en arañar va un mundo.
Un buen ejemplo de falacia etimológica nos lo brinda la polémica que,
con pequeñas variantes, se va reproduciendo en los diferentes países
donde se va planteando la necesidad de equiparar los derechos de las
parejas del mismo sexo en lo tocante al matrimonio. Nunca falta aquí
alguien que, tirando de diccionario, afirme que matrimonio viene de madre
y que, por tanto, un matrimonio sin madre no puede ser tal. Ese
argumento, aplicado consecuentemente, nos impediría llamar plumas a las
estilográficas, puesto que no se han arrancado del ala de ningún ganso.
Una misma palabra, a lo largo de la historia, se puede ir refiriendo a
realidades cambiantes. Tal forma de argumentación supone querer dar por
cerrado un problema político a golpe de diccionario, basándose en un
supuesto sentido prístino y auténtico, casi mágico, de los vocablos. Si
la cosa fuera tan sencilla, nadie querría ser diputado y, en cambio,
habría bofetadas para ser lexicógrafo."
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