El pasado 23 de
diciembre se cumplía el 132 aniversario del nacimiento en Moguer de Juan Ramón
Jiménez, efeméride que ha sido aprovechada por el Ayuntamiento de Huelva para reabrir, tras un proceso de remodelación y actualización de contenidos, la casa natal del escritor. Autor de una
vastísima obra, en verso y prosa, que va de sus modernistas Ninfeas (1903) y Almas de violeta (1903) hasta los asombrosos Animal de fondo (1949), Espacio
(1954) y Dios deseado y deseante
(1964), Juan Ramón Jiménez es hoy considerado con justicia uno de los mayores poetas de la lengua española. Su intensa trayectoria, a lo largo de la cual la palabra del escritor andaluz
se va “desnudando” progresivamente de todo lo que consideraba innecesario en el
poema, nos regaló una de las aventuras
espirituales más apasionantes y controvertidas de la cultura española del siglo
XX.
Apasionante por
la entrega total del poeta a su "trabajo dulce", por la constancia de su
voluntad de creación, por la valoración de los aspectos intelectuales,
espirituales y sensitivos de lo poético,
por la enorme ambición creadora que guió siempre su mano.
Controvertida
por los avatares críticos que atravesó desde finales de la década de 1920; poetas
y críticos muy representativos de las corrientes literarias sucesivas que se
desarrollaron en España después de la Guerra
Civil ignoraron o negaron la validez de la obra del moguereño. José María Castellet, por ejemplo, llegó a excluir a Jiménez de la antología Veinte
años de poesía española (1939-1959) alegando la pérdida de vigencia histórica de éste.
Hoy en día la
obra de Jiménez sirve para demostrar lo que Adorno afirmara en su Estética: “Lo que alguna vez fue verdad en una
obra de arte y ha sido negado por el curso de la historia, puede abrirse de
nuevo cuando cambien las circunstancias por las que aquella verdad tuvo que ser
cancelada: tan profundamente están relacionadas verdad estética e historia.”
No me resisto a escribir aquí de memoria el poema titulado “Nada”, del libro Sonetos espirituales (1917), a mi juicio uno de los sonetos más impresionantes de la tradición poética del español:
No me resisto a escribir aquí de memoria el poema titulado “Nada”, del libro Sonetos espirituales (1917), a mi juicio uno de los sonetos más impresionantes de la tradición poética del español:
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento;
subido a ella, mi corazón sangriento
verá la mar, por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada,
la lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?
¡Nada, sí, nada, nada! —O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío... —
Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!,
... ¡y yo soy sólo el pensamiento mío!
No hay comentarios:
Publicar un comentario