Antonio Carmona (Melilla, 1958) reside en Tenerife desde hace casi treinta años, se siente isleño y ejerce de melillense. De su obra sobresalen títulos como A cierta edad (Ediciones Idea, 2009), con el que logró el XXII Premio Internacional de Poesía Tiflos en la modalidad de Discapacitados Visuales, Horizontes en retirada (Ediciones La Palma, 2014) y Caballo muta a cebra (Ediciones Idea, 2016), con los que quedó segundo en el Premio Internacional de Poesía Tiflos en la modalidad de Discapacitados Visuales en la XXVI y XXIX Edición, respectivamente. Poemas suyos han sido incluidos en las antologías De sal y versos (Ediciones La Palma, 2007), Roquedal azul (Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma de Melilla, 2010) y Letras del Mediterráneo (Editorial Playa de Ákaba, 2016). En su haber también figura Invisibles (2011), un trabajo discográfico inspirado en su poética junto al cantautor Claudio Briones.
Antonio Carmona. Foto: Mónica Mederos. |
Caballo muta a cebra se abre con dos poemas, “Pecado cognitivo” y “Escritura celeste”, que sitúan al lector en plena Prehistoria, cuando el Sapiens comienza a distanciarse del pensamiento puramente mágico y abraza los primeros signos de racionalidad o, dicho en otros términos, abandona el escenario de la abstracción por el de la conceptualización...
El pensamiento mágico surge con el Sapiens, y no se ha marchado. Sus restos (por ejemplo las religiones o el templo que formaba parte del paisaje de las primeras ciudades) continúan influyendo, no como aquel, pero su sombra llega hasta nuestros días. Es decir, en nuestra época hay aspectos derivados de aquella forma de explicar el mundo: religiones de todo pelaje, influyente adivinación de todo gusto –a veces sutil, a veces brutal– claramente perniciosa –como la superstición–, o la misma idea de la trascendencia. La genética propone una salida airosa a este problema, pero me parece que lo sobrenatural, con todo lo que implica, continuará imponiéndose en este valle de los miedos.
Tras esos primeros poemas de corte antropológico, introduce una elipsis similar a la que utiliza Stanley Kubrick en 2001: una odisea del espacio y abandona la época primitiva para ubicarse en el rabioso presente, en el contexto internacional de crisis económica y desesperación humana, así como en la España herida por los desahucios, la corrupción político-empresarial, la emigración masiva de la gente cualificada y la ausencia de futuro de los jóvenes. De todo ello habla, en tono contestatario, su poema “Informe para Claudio”.
En ningún caso existe un plan en mi poesía, ni muchísimo menos la pretensión de defender un determinado proceso del pensamiento. Sin embargo, me intriga la relación entre lo mágico y lo cognitivo, y su deriva en la civilización. En dicha mezcla, exclusiva de nuestra especie, aparece una parte oscura y cruel que, sin solución de continuidad, nos conecta con esta segunda pregunta. La crisis ha mostrado la desfachatez de los poderosos y la sumisión de sus delegados: los políticos. Quiero pensar que “Informe para Claudio” es una denuncia necesaria, más necesaria que nunca. El mundo es otro: no solo no se espera revertir el proceso histórico, sino que, debido al pánico, no se defienden las posiciones conquistadas. Todo indica que, de ir a algún sitio, se irá a peor. El viento de la Historia nos está conduciendo a un incierto cambio de paradigma de poderes, a un mundo cada vez más ancho y conectado, cada vez más colmena.
En medio de ese escenario agitado y desolador se impone la voz del poeta, aferrándose más que nunca a la escritura como mecanismo de supervivencia...
Efectivamente, la escritura es un refugio y un vital ejercicio de individualidad no solo ante la muerte, sino ante la condena que supone la vida eterna.
El poema “Han saltado las máscaras de pronto” puede interpretarse como el complemento de una reflexión de Salvador Pániker: «Un ser humano –sostiene– sólo es interesante cuando deja de hacerse el interesante, es decir, cuando se desprende de las máscaras que recubren al recóndito self». Tras ese doloroso abandono de la máscara se produce, según usted, un nuevo proceso de adaptación, tal y como afirma en los siguientes versos: “Un caballo mutó a cebra para hacerse invisible / entre enjambres de mosquitos y rugidos; / un hombre acribillado por diez mil mutaciones / se hizo otro hombre”. ¿Podría desarrollar esta idea?
El título del libro, Caballo muta a cebra, tiene que ver con el proceso de “invisibilización” a través del camuflaje de rayas ante un mundo hostil, por ojos poco fiables debido a la influencia del inconsciente, que persigue su propio interés y que, seguramente, se encuentra afectado por poderosos restos del pensamiento mágico. Por tanto el camuflaje adquiere valor de oportunidad, produciéndose a partir de él las mutaciones consecuentes hasta alcanzar la perfección.
El libro finaliza con el poema “La salsa de la carne”, una sentida apología del tapeo que usted define como uno de los contados espacios donde se puede practicar el hedonismo ocioso, fructífero y carente de ideologías.
En efecto, probablemente el tapeo sea la única forma de socialización que me atrae.
Por último, ¿qué les diría a los lectores para que se aproximen a las páginas de Caballo muta a cebra?
No es fácil para mí hablar de mi poesía; creo que hace falta perspectiva, que necesariamente se precisa de otras miradas. No obstante, confieso que mi inseguridad es tal que, por momentos, preferiría que no me leyeran.
Benito Romero
Estoy muy de acuerdo con el poeta en muchísimas de sus opiniones, pero no le hagáis caso cuando desea que no leamos su trabajo. No estoy de acuerdo, si lo hacemos nos faltará algo importante en nuestras vidas. No pienso renunciar a seguir leyendo sus poemas, pasados y futuros.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Estamos deseando leer a este poeta que nos ha descubierto Benito Romero. Saludos
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