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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Belén Lorenzo Francisco: «Como escritora soy más efectiva cuanto más breve»

Belén Lorenzo Francisco (Santa Cruz de La Palma, 1980) es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna y en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad de La Rioja. Algunos de sus cuentos y poemas han aparecido en diversas publicaciones digitales, como La esfera culturalEn sentido figuradoRevista PeriploMicrofilias y el fanzine Ruido, así como en las antologías Autores en La Palma y Tenerife, paisaje de palabras. Ha publicado los libros Breve historia de un cuento que soñada con ser un título (Cartonera Island, 2014), Leo en las calles (Fundación Canaria Mapfre Guanarteme, 2016) y la obra colectiva Leyendas de La Palma (Cartas Diferentes, 2016). A pesar de todo (Escritura entre las nubes, 2017) es su primer libro de aforismos, con lo que, de este modo, pasa a engrosar la nómina de aforistas canarios, de la que forman parte autores como Antidio Cabal, Noel Olivares, Bruno Mesa, María José Alemán, Sergio García Clemente y Manuel Feria. Asimismo, mantiene los blogs literarios Todas las palabras cuentanRelatos para leer de pie y Máximas bajo mínimos.

Belén Lorenzo Francisco
-¿Qué es lo que le ha llevado, en su calidad de creadora, a comprometerse con un género literario tan particular como el aforismo?

En realidad, he llegado al aforismo a través de la evolución de mi propia escritura y, también, he vivido ese camino como un ejercicio de honestidad hacia mi forma de ser. Empecé como microrrelatista hace algunos años, escribiendo textos que poco a poco se hicieron cada vez más breves, hasta que un día caí en los aforismos sin darme cuenta. Fueron los lectores los que notaron esa evolución de la que yo no fui consciente y que, por otra parte, era lógica: soy concisa por naturaleza. Me gusta escuchar más que hablar, y cuando hago lo primero, intento buscar lo central del discurso, voy separando lo anecdótico de lo fundamental. Cuando escribo aforismos hago lo mismo: elimino mentalmente todo lo que sobra hasta quedarme con la idea. Luego hay que buscarle una forma, y es entonces cuando el aforismo termina adquiriendo una personalidad propia.

-Entre los diferentes tipos de aforismos que conocemos (el satírico, el poético, el moralista, el reflexivo), ¿dónde ubicaría los suyos?

Nunca los ubicaría en un único tipo, pero, de elegir uno, me quedaría con el reflexivo. En el fondo, todos mis aforismos lo pretenden, aunque a veces lo hacen de una manera más poética, y otras lo intentan buscando una sonrisa o el encogimiento del corazón. Pero siempre tienden a provocar un movimiento en la mente, nunca son meros juegos de palabras. Aun así, la clasificación de los aforismos no es algo que me preocupe. Nacen con una identidad propia y los acojo como míos sin etiquetarlos, igual que hago con otros textos. En realidad, solo me preocupo de escribir: a veces la frontera entre un hiperbreve, un poema o un aforismo es muy difusa e, incluso, interpretable. Es algo en lo que ni siquiera pienso.

-El aforismo, si bien aspira a la pureza de lo conciso, no se encuentra regulado por una extensión específica; los suyos, no obstante, se caracterizan por la brevedad. Son directos, categóricos y alejados de toda grandilocuencia...

Sí, me gusta que sean directos y rápidos como flechas: dan en el centro de la cuestión o, al menos, lo intentan. Como lectora, me acerco a todo tipo de escrituras, pero como escritora soy más efectiva cuanto más breve. Si intento extenderme, me falseo, o así lo siento. Por otra parte, la grandilocuencia no ha sido nunca mi fuerte. Prefiero lo simple, lo sencillo y cercano, tanto a nivel personal como en la literatura.

-Uno de los aciertos de A pesar de todo es que no resbala sobre la piel de plátano, me refiero a que mantiene un tono medio bastante equilibrado; no incurre en caídas bruscas ni abundan en él los lugares comunes que hagan palidecer los hallazgos. En este sentido quisiera saber su opinión sobre el carácter de lo compacto aplicado a un libro de aforismos, ya que, al tratarse de un género que tiende a la brevedad, el lector puede pensar que el diseño y montaje de un libro de esta naturaleza presenta menos dificultades que los de mayor extensión.


Cubierta del libro A pesar de todo
Al contrario, sí que presenta dificultades, pero tal vez diferentes a las de otros géneros. Por ejemplo, un libro de aforismos se presta a ser leído de manera aleatoria, así que el nivel de selección debe ser muy alto. En el caso de A pesar de todo, dejé fuera cien aforismos: de los trecientos que tenía, me quedé con doscientos. Y lo hice así precisamente para que fuese un libro lo más equilibrado posible, sin textos de relleno. También busqué la variedad de emociones evitando que los aforismos de un mismo tema quedaran cerca. Esos fueron mis dos objetivos principales en cuanto a la estructura, y así lo hice. Existen otras soluciones, como dividir el contenido en secciones, pero en este caso preferí no hacerlo así para que cada aforismo actuara como un «chispazo», como algo que se produce de repente y capta tu atención de forma inmediata.

-Es cierto que por su libro bucean diferentes temáticas, pero perseveran una serie de aforismos sobre la condición humana que pueden entenderse como un refrescante paseo en el que se citan la burla, el desencanto y el escepticismo, y donde nunca parece desprenderse de la sonrisa maliciosa. Enumero unos cuantos: «La duda es una ecuación que se despeja con el tiempo»; «El arrepentimiento es una herida que no termina de cerrar»; «Dar refugio a alguien es compartir nuestra intemperie»; «La felicidad era el momento en el que leíste que la felicidad era el momento»; «En todo orden hay un caos luchando por manifestarse».

Gracias, me gustó esa imagen del «refrescante paseo». En realidad, es precisamente eso lo que hacemos todos en la vida: pasear, observar el camino, interpretarlo, disfrutar de él, o no... Y, en algunos casos, contarlo: escribirlo en mi caso, pintarlo en el de los artistas, etc. A pesar de todo está lleno de temas universales más que personales porque hay lugares de ese paseo por los que andamos en un momento u otro, sin excepción. Y muchas veces caigo en la ironía o la sonrisa porque mi carácter es así: sonriendo y buscando el lado simpático de las cosas se pasea mejor.

-Es una realidad que, desde hace unos años, nuestro país ha experimentado un auge del género aforístico. ¿Qué opinión le merece el fenómeno? ¿Piensa que las nuevas tecnologías han sido determinantes en la intervención de dicho proceso?

Los géneros breves, aunque es cierto que no son nuevos, son lógicos en una sociedad que carece de tiempo. En ese sentido no es de extrañar la proliferación e, incluso, el exceso de aforismos con mejor o peor fortuna. Las nuevas tecnologías, que sin duda ayudan a la difusión y a la lectura de aforismos, a veces se vuelven tiranas: es demasiado fácil caer en el comentario simple que solo busca la aceptación en las redes. En ese sentido, es necesario pausar e invertir el poco tiempo que tenemos en dejar que el aforismo madure. Es decir, debemos olvidarnos de la inmediatez si queremos conseguir sentencias que realmente merezcan perdurar.

-El sociólogo alemán Ulrich Beck postuló en la década de 1980 el concepto de «ociedad del riesgo» para definir el período de la posindustrialización previo a la caída de la Unión Soviética. Con posterioridad otro sociólogo, el polaco Zygmunt Bauman, acuñó el término «Modernidad líquida» para referirse a las consecuencias derivadas del marco social esbozado por Beck; entre ellas Bauman menciona la incertidumbre, el nomadismo y el individualismo. Tras la consolidación de las nuevas tecnologías podemos añadir la rapidez, lo instantáneo y lo inmediato. Sobre este escenario de incertidumbre, técnica, individualidad e inmediatez, ¿piensa que el aforismo –o el proverbio o la máxima e incluso el eslogan– es el género adecuado para satisfacer las necesidades críticas de los sujetos? Yendo un poco más allá: ¿cuál debería ser, a su juicio, la tarea del aforismo en la elaborada saturación informativa que padecemos?

«Advertencia: un buen aforismo puede provocar cambios», digo en el libro, y creo que es así. Los aforismos ayudan a centrar la atención sobre algo, a reflexionar y, en última instancia, a producir cambios. No son para leer y olvidar. Al contrario, pueden quedarse anidando en nuestro interior hasta ir más allá de él. En ese sentido, y teniendo en cuenta el loco mundo en el que vivimos, los aforismos pueden y deben aportar un poco de cordura.

-Por último, ¿qué les diría a los lectores para que se aproximen a las páginas de A pesar de todo?

Les recomendaría que lo hagan con tranquilidad, despacio, tomándose su tiempo. Y que se olviden de lo que han leído en esta entrevista, porque «a pesar de todo lo escrito, a veces sobran las palabras».

Por Benito Romero

4 comentarios:

  1. Todos los caminos conducen a ¿quien sabe?

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  2. A veces el exceso de tranquilidad puede poner nervioso. Luis Manteiga Pousa.

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  3. No pierdo nunca los nervios, Siempre quedo con ellos

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